Obrero de profesión pero bombero de vocación, Víctor Hernández perdió su casa mientras luchaba por salvar la de un extraño durante el incendio en Valparaíso. “Lo volvería a hacer mil veces, ser bombero es un apostolado”, aseguró.
Víctor tiene 22 años, es trabajador de una fábrica de pinturas, y desde hace casi cuatro es bombero voluntario de la cuarta compañía de Valparaíso. Como el resto de sus colegas, trabajó incesantemente para combatir el peor incendio vivido en Valparaíso, que aún no está controlado, y ha dejado 12 muertos y 8.000 damnificados. Él es, además, uno de ellos.
“Me di cuenta de que el incendio era muy grande y bajé a mi compañía. De ahí me mandaron al cerro La Cruz y por problemas de agua tuvimos que salir porque el fuego era muy fuerte”, relataVíctor.
“Cuando escapábamos con el carro bombero, vi a lo lejos que el sector donde se encontraba mi casa se estaba quemando”, explicó. Víctor aquilató en ese momento que la casa en la que había vivido toda su vida se estaba convirtiendo en cenizas. Y no podía hacer nada.
“En mi casa estaban mi mamá, mi papá, mis hermanos y unos tíos, pero fueron evacuados, que era lo que más me importaba”, aclara. Como la mayoría de las 2.000 viviendas arrasadas, la de Víctor, ubicada en el cerro Lide, era hecha de madera, y se consumió rápidamente.
“Tengo pena y frustración, pero lo material se puede recuperar, lo que me importaba era que mi familia estuviese bien, y todos se salvaron”, asegura ahora el joven bombero.
Por el momento, han encontrado soluciones temporales para todos. “Mi mamá y mi tía se fueron a Olmué (80 km de Valparaíso), mi hermano está en la casa de su polola (novia), mi papá trabaja en la alcaldía de Valparaíso y está ahí, mientras que yo vivo en la ‘Bomba’ (Compañía de Bomberos)”, agregó Víctor.
“Estoy agotado, adolorido, cansado, pero si hay que seguir luchando contra el fuego, ahí estaré”, afirma.
“No me interesa que me paguen”
En Chile, ser bombero es un voluntariado. No es un trabajo profesional ni reciben salario alguno, y viven de donaciones. A menudo se los ve en las calles haciendo colectas para mantener sus equipos, que la mayoría de las veces son donados por compañías europeas, y mantienen relucientes.
Muchas de las compañías ofrecen almuerzos al mediodía en sus comedores, y con lo que recogen, pueden alimentar un poco más sus arcas.
Duermen con un equipo de radio en el velador, y hacen turnos para cubrir las 24 horas.
El empleo en la fábrica de pinturas le permite a Víctor subsistir y seguir siendo bombero. Pero por si fuera poco, al igual que sus compañeros, el joven aporta económicamente a su compañía de bomberos para mantener su loable misión.
“Esta es una institución voluntaria, yo no soy bombero para que me paguen, aunque me pagaran 500.000 pesos (unos 1.000 dólares). A mi me gusta lo que hago, y lo haría mil veces. Ser bombero es un apostolado”, afirma con orgullo.
fuente: www.losandes.com.ar