Bariloche.- Como parte de los festejos del Día del Bombero Voluntario, en el cuartel central realizaron una cena que contó con un punto de emoción muy fuerte, los 25 años de servicio de Jorge Olavarría, más conocido por todos como “Popeye” en la institución.
Fue agasajado con un diploma y regalos pero el mejor de los recuerdos, seguramente será el cariño de todos sus compañeros y el respeto de parte de las autoridades e integrantes de la Asociación que los involucra.
Uno de los fundamentos que motiva el ser bombero voluntario es la vocación prevaleciendo un compromiso y compañerismo que va más allá de la propia seguridad. Popeye se ha destacado por velar siempre por la vida de sus compañeros, quizás estos últimos años un poco más tranquilo, porque fue aprendiendo que cuidarse a él también es importante.
Desde que le tocó la colimba que carga con el apodo y lo menciona siempre con orgullo, ingresó a la institución en 1989 como aspirante y fue en 1994 cuando pasó a ser parte del cuerpo activo.
Popeye jugaba en el equipo de Estudiantes Unidos donde tenía de árbitro a Beto Agostino, quien era bombero y lo invitó a acercarse al cuartel, sin sospechar que de ahí en adelante, su vida cambiaría rotundamente. Fue canillita del Diario Bariloche, luego sumó el Río Negro y cuando abrió El Cordillerano lo cargaba bajo el brazo por la madrugada.
Cada sábado asistía a las capacitaciones en el cuartel, donde aprendió todo de cero, inmovilizar a las víctimas, el trabajo con los tramos de mangueras y muchas cosas más, esperando el momento de estar preparado para la primera salida.
Esa intervención fue en el Hotel Huemul, el incendio más grande en el que estuvo, le faltaban poquitos días para ascender como bombero pero igual lo llevaron. En el 94 ingresó al cuerpo activo, la jefatura decidió ascenderlo por ser el mejor aspirante, en la siguiente cena de aniversario de ese 2 de junio, un oficial le regaló una lanza del 63, y todos se pararon a aplaudirlo.
En el año 2003 le dieron su primer estructural, el que en menos de diez días ya estaba roto, se jugaba la vida, siempre muy al límite, más si sabía que entre las llamas había una persona o simplemente una mascota.
Visto desde afuera el querido Popeye siempre fue muy impulsivo, pero él se defiende afirmando que siempre se sintió muy seguro por las capacitaciones recibidas y por el respaldo de sus compañeros.
Está muy cerquita de finalizar su etapa como bombero del cuerpo activo, no quiere que llegue ese momento pero lo acepta y su sueño es continuar en la institución colaborando desde otro lugar.
Popeye en cada salida lo primero que piensa es en sus compañeros y en sus familias, eso lo cubre de una enorme responsabilidad y espíritu de protección, sabiendo que ellos sienten algo similar.
Claro reflejo de ello es el cariñoso y merecido reconocimiento que le hicieron, un ser humano que no debe quedar jamás, en el olvido.
Fuente y foto: www.elcordillerano.com.ar