Guayaquil.- Aunque como recuerdos no son tan buenos, para Jorge Montanero ingresar al Museo del Bombero de Guayaquil y pararse frente a un área donde reposa su fotografía y un antiguo traje suyo es como recorrer un camino de vida diferente. Durante octubre se festejan los 179 años del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil, el más antiguo de Ecuador y América Latina.
También se celebra el Día del Bombero Ecuatoriano (10 de octubre). Este mes, la entidad sumó un nuevo motivo para festejar. Uno de sus 1 500 miembros voluntarios (la entidad tiene un poco más de 2 000 integrantes) forma parte de la lista de 145 héroes y heroínas reconocidos por el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social.
Montanero, guayaquileño, de 40 años y actual jefe de la División de Rescate, una de las cinco de la entidad, cree que en general todos los bomberos guayaquileños son héroes. “Cada uno de los bomberos somos héroes, porque servimos de manera gratuita, sin esperar nada a cambio. Lo hacemos por amor a la camiseta y básicamente porque siempre entregamos nuestras vidas.
Héroe es la institución, no yo. Solo soy uno más”. Montero es especialista en seguridad y salud en una empresa privada. Las 16 placas y siete tornillos que tiene en su cuerpo por una triple fractura de la cadera y de la cabeza del fémur, así como 10 quemaduras reconstructivas de tercer grado, son una constancia de los “gajes” del oficio del bombero cuando enfrenta situaciones de grave riesgo.
La acción que le valió ser considerado héroe nacional ocurrió el 24 de julio del 2004. Las calles Cacique Álvarez y Manabí, centro de Guayaquil, marcaron su historia. Ese día se alistaba para llevar a su primogénito Jorge Andrés a celebrar su matiné por sus cinco años. Pero un llamado de emergencia por radio cambió sus planes.
“Se había declarado un incendio en un almacén de productos plásticos. Cuando llegamos, la edificación mixta de dos plantas estaba quemada casi en su totalidad, por lo que estábamos tratando de salvar lo poco que quedaba y proteger las casas contiguas”. Recuerda que con su equipo decidieron salir de la casa al ver que las paredes empezaban a caer.
“Fue cuando una cornisa cayó sobre la escalera hidráulica que, al tener a varias personas sobre ella, hizo que el peso la rompiera y me cayera encima estando bajo el portal”. Nueve bomberos resultaron lesionados, pero el más grave fue Montanero quien, luego de ser rescatado de entre los escombros, fue llevado inconsciente a una clínica. En la ambulancia y al ingresar a terapia sufrió infartos.
“Quedé en coma inducido veinte días hasta poder de una u otra forma ser operado, porque había que poner las partes de metal en las fracturas y que son las que me permitieron luego ponerme en pie. Luego de esta experiencia quedé convencido de que Dios me mandó con un propósito y ese es el de ser bombero.
Ese día del incendio marcó no solo mi vida sino la de toda mi familia”. Carlos Julio La Mota, comandante de la División de Rescate y excoordinador de la Academia de Bomberos, cree que en esencia el guayaquileño es solidario por naturaleza. “La vocación de servicio es un sello especial que se refleja en la acción que cumplen los bomberos desde que se creó la institución hace 179 años.
El fiel reflejo es nuestro lema: abnegación y disciplina”. En el caso de su amigo y compañero Jorge Montanero recuerda que en el incendio de hace 10 años, tras ser rescatado, fue declarado sin signos vitales y luego se lo revivió. “Los médicos no daban esperanza que volviera a caminar y peor que siguiera en la institución; sin embargo ahora es líder de la división de mayor responsabilidad como la de Rescate”.
Según La Mota, en esa acción se resume el espíritu de superación del guayaquileño reflejado en la vocación del bombero en una ciudad que siempre se levantó luego de los incendios y ataques piratas. Para Martín Cucalón, primer jefe del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil, cuando uno tiene muchas adversidades busca cómo salir adelante.
En el caso de Guayaquil, dice, siempre se buscaron fórmulas en base al trabajo voluntario, especialmente de los bomberos. La entidad bomberil del Puerto Principal fue fundada en 1835 y la República del Ecuador en 1830. “La única institución más antigua que nosotros es la República. Somos los bomberos más antiguos de Latinoamérica.
Trabajamos en un voluntariado donde siempre se está arriesgando la vida”. La Mota reflexiona que el niño ve en el bombero su anhelo de lo que quiere ser de grande. A Montanero lo marcó desde niño querer ser bombero. “Siempre en mis fiestas quería que hubiera algo de los bomberos, pese a que nadie en mi familia, ni mi padre ni mi abuelo lo eran”. Y no duda en decir que si volviera a nacer sería bombero.
Fuente y foto: www.elcomercio.com