CABA.- Cuando dice que hace un año volvió a nacer, Walter Ramón Cáceres (51) no exagera. El 2 de junio, Día del Bombero Voluntario, Cáceres sobrevivió a la explosión de la perfumería Pigmento donde fallecieron dos de sus compañeros: Ariel Gastón Vázquez y Maximiliano Firma Paz, Comandante Director y Subcomisario de la División Cuartel VI del barrio porteño de Villa Crespo.
Tras el siniestro, Cáceres sufrió una fractura en ambos brazos (el húmero y la escápula derechos y el codo izquierdo) y quemaduras en las piernas. Como si fuera poco, al ingresar al Hospital Churruca, se enteró que era COVID-19 positivo.
“Pasé 42 días internado y me operaron cinco veces”, resume el Comisario Inspector de la Ciudad y Bombero Voluntario del cuartel de Quilmes que, a 365 días del episodio, todavía sigue con licencia médica y sesiones de kinesiología para mejorar la movilidad y recuperar la fuerza, sobre todo, en el brazo izquierdo. “Extraño el oficio. Llevo toda una vida ligada a esta profesión”, apunta en comunicación con Infobae.
Cáceres dice que nunca tuvo pesadillas con la explosión que lo hizo volar por la Avenida Corrientes y desplomarse contra la parada de un colectivo. Sí en cambio, tiene muy a flor de piel el sonido del estruendo que lo dejó “completamente aturdido”. A la hora de rememorar lo que le sucedió el 2 de junio de 2020, los recuerdos aparecen como secuencias en cámara lenta y así los transmite: el impacto de la onda expansiva, gente corriendo a su alrededor, polvo y su cuerpo tendido en el asfalto.
“Nunca perdí el conocimiento. Enseguida me di cuenta de que tenía los brazos rotos, así que en cuanto vinieron a asistirme, clarifiqué el cuadro y pedí que me empaquetaran”, explica acerca del sistema por el cual se asegura a una víctima, para trasladarla de un lugar a otro en camilla o tabla.
Cuando decidió que quería ser bombero, Walter Ramón Cáceres tenía 16 años. De tanto escuchar la sirena, dice, un día se fue hasta el cuartel de Quilmes, se presentó y pidió formar parte del cuerpo de voluntarios. Como era menor de edad, aclara, necesitó del permiso de sus padres. Una vez concedido pudo empezar a capacitarse y a tomar cursos.
Aunque no recuerda su primera intervención (“Fueron tantas que ya perdí un poco el registro”) la del 2 de junio de 2020 no se la olvida nunca más. “Para los bomberos voluntarios el 2 de junio siempre fue una fecha especial porque se celebra nuestro día. Ahora tengo una mezcla de sentimientos porque también coincide con el aniversario de muerte de dos compañeros muy queridos”, dice sobre Ariel Gastón Vázquez y Maximiliano Firma Paz.
“Con Maxi tenía una relación muy cercana porque éramos los padrinos de los hijos de una familia amiga. Además, compartimos grupos de rescate y éramos relevos. A Ariel lo conocí porque coincidimos en algunos cursos y era un profesional super apasionado. Pero en realidad, mi vínculo más estrecho era con ‘el negro’ Maxi. Siempre lo voy a recordar con una sonrisa en la cara. Siempre riéndose…”, sostiene Cáceres.
Cáceres dice que recién pudo regresar al cuartel cuando le dieron el alta. “Pasé de visita a saludar a mis compañeros. Extraño poder ayudar porque, en definitiva, el que eligió esta profesión eligió ayudar a la gente”, dice.
¿Si tiene miedo de volver al ruedo? La negativa es rotunda. “A lo largo de mi carrera tuve otros episodios, no tan fuertes como el de hace un año, pero uno se va acostumbrando a manejarlos. Ser bombero es un estilo de vida. Ahora que estoy en mi casa, cada vez que escucho la sirena paro la oreja. Después de tantas décadas de oficio el músculo de la profesión sigue intacto”, reconoce.
Fuente y foto: www.infobae.com