San Juan.- La historia de un sacrificado bombero voluntario que puso su casa, sus vehículos y su vida para formar el cuartel de bomberos voluntarios de Pocito. Tiene dos trabajos y dos hijos y, además, presta su servicio como voluntario.
Agustín Moya tiene 42 años, es papá de dos hijos, fotógrafo profesional y técnico en informática. Pero, además, hace historia entre los bomberos de San Juan. Es que el hombre es el fundador del Cuartel de Bomberos Voluntarios de Pocito, lleva cerca de 17 años trabajando de forma voluntaria y a puro pulmón para ayudar a los sanjuaninos con sus emergencias. Con mucho esfuerzo logró levantar un cuartel que actualmente tiene a 20 bomberos operativos y hay 16 aspirantes a ser futuros bomberos. Además, hay otros bomberos que van y vienen por sus trabajos. Como si fuera poco, unos 40 participan en su escuela de formación. Sumando a los miembros de la comisión son 76 personas que forman la institución.
No siempre vivió en Pocito, Agustín se crió en pleno centro sanjuanino, en la casa de sus abuelos en calle Caseros y Pedro Echagüe, a dos cuadras del cuartel de bomberos de la Policía de San Juan. Siempre vio a los bomberos, pero nunca optó por convertirse en uno hasta que la vida lo puso en una encrucijada. Agustín pasaba por un mal momento en su vida, en ese entonces trabajaba como operador para una remisera. Ahí fue que conoció a Sergio Cuello, presidente de la federación de bomberos. «Yo atravesaba un momento difícil de mi vida y el me invitó a que fuera a conocer. Yo me enganché y empecé a ir. Al principio, como que no me gustó. Pensaba que eso no era para mí. Seguí yendo para no quedar mal con él porque es una excelente persona y me daba cosa decirle que no», comenta Agustín. Fue así que Moya empezó a capacitarse como bombero «lo hacía a mis tiempos, un poco más lento, pero me empezó a gustar».
Moya reconoce que «siempre fui inquieto y siempre estaba pensando cómo hacer mejor las cosas y haciendo sugerencias». Hace 13 años Moya pudo comprar un terreno en Pocito y se mudó. Ahí fue que su personalidad inquieta hizo que le hagan una oferta que le terminó de cambiar para siempre la vida: armar un cuartel de bomberos voluntarios en Pocito. «Mi primera impresión fue que no, porque cuesta ser un bombero voluntario y manejar un cuartel era más. La jefa del cuartel de Capital me dijo «si armas el cuartel lo vas a poder levantar en nada, te va a llover la gente». Fue así que al comienzo fuimos unos de los cuarteles con más personas, al comienzo éramos 45 bomberos».
Fuente y foto: www.diarioelzondasj.com.ar