La profesión de bombero es un oficio duro y con muchas situaciones de riesgo. Jesús Muñoz Bodas lo sabe bien, tras 35 años de servicio. En poco más de un mes, se jubila, pero, aunque cuelgue el uniforme, la profesión de bombero es algo que le acompañará toda la vida.
«Solo he trabajado en este servicio. Cuando yo entré, en el año 1989, entré en el antiguo parque, que estaba situado en la Vega», explica Muñoz. Aunque cuando comenzó a trabajar no tenía una vocación clara ni una vinculación directa con este oficio, sí que sabía que quería dedicarse a proteger: «Siempre me había llamado la atención el tema de la seguridad, pero nunca pensé que llegaría a ser bombero».
Cuando comenzó a trabajar, Toledo cubría gran parte de la provincia, había menos bomberos, y peores medios: «Se sacaba el trabajo adelante con mucha imaginación». En más de tres décadas, las cosas han cambiado mucho, pero los objetivos del Cuerpo de Bomberos siguen siendo los mismos: «Las funciones de salvamento de bienes y personas. Es el objetivo del servicio, lo que ha cambiado es la sociedad».
Para Jesús, lo mejor de su trabajo es «ayudar a personas que te demandan y que se ven en situaciones, a veces, extremas, de necesidad o auxilio». Aunque tiene claro que su profesión también tienen una parte mala: «Las circunstancias personales cercanas relacionadas con el trabajo y que no te dejan buen sabor de boca».
Hay momentos, como la pérdida de compañeros, que uno nunca quiere vivir. Sin embargo, Jesús sabe que su profesión siempre irá con él, aunque se jubile: «Es bombero el día que se está de guardia, y el día que no se está de guardia». Porque la vocación no se abandona ni cuando se bajan por última vez las escaleras del parque.