Imaginemos lo siguiente. Ubicados en un taller de tornería mecánica, nos informan de un incendio. Es una instalación pequeña que contiene unas pocas máquinas para fabricar piezas de metal. Si nos basamos en conocimientos sobre instalaciones similares, concluimos que probablemente se utilizan solventes inflamables para la limpieza y que éstos son los materiales más peligrosos presentes en la instalación.
Pero lo que tal vez ignora es que en el establecimiento se están mecanizando piezas de magnesio y titanio. Por su dureza y poco peso, estos y otros metales combustibles se usan cada vez más en productos tales como dispositivos electrónicos portátiles, autopartes, elementos deportivos y medicina. Desafortunadamente, la presencia de estos metales constituye un riesgo de incendio significativo.
El magnesio y el titanio, lo mismo que el aluminio, el litio y el circonio, generalmente se comportan de modo diferente que la mayoría de los materiales combustibles en caso de incendio (fuegos clase D), ya que se queman a mayor temperatura que otros combustibles, destruyendo los materiales estructurales con mayor rapidez que los fuegos que queman a temperaturas menores. Además, se queman más rápidamente y tratar de extinguir un fuego de metal combustible con agua, literalmente haría que la situación empeorara. Estos metales pueden reaccionar con el agua produciendo gas hidrógeno, que puede inflamarse y explotar. Además, si el metal encendido entra en contacto con materiales que contienen agua, puede provocar que se liberen vapores a alta presión.
Evaluando los riesgos
La evaluación de los riesgos de incendio que representan los metales combustibles requiere de conocimientos del proceso y la instalación en la cual son usados y almacenados. Al inspeccionar este tipo de instalaciones, es importante identificar los metales utilizados, los procesos en los cuales son usados, la cantidad de material que se encuentra en el lugar, las fuentes potenciales de ignición, los sistemas de contención y recolección de polvos metálicos, y el conocimiento del personal respecto al riesgo que los metales significan. Toda esta información resulta fundamental en caso de un incidente.
La forma en que se usa el metal también es importante al determinar su potencial para quemarse y explotar. Generalmente, los metales se vuelven más reactivos a medida que disminuye el tamaño de sus partículas. Por lo tanto, los metales en polvo pueden resultar altamente reactivos, aún explosivos, mientras que aquellos en lingotes no reaccionarán frente a una fuente de ignición. Cuanto mayor sea la relación entre la superficie del metal y la masa de éste, mayor será la posibilidad de permanecer encendido luego de la ignición. El incremento de la tendencia a una combustión sostenida se debe a la incapacidad del metal para conducir el calor fuera de la superficie, el cual se incrementa con relación a su masa.
Afortunadamente existen cinco normas que tratan el tema, ellas son NFPA 480, Procesamiento de Magnesio; NFPA 481, Producción, Procesamiento, Manejo y Almacenamiento de Titanio; NFPA 485, Almacenamiento, Manejo, Procesamiento, y Uso de Litio Metálico; y NFPA 651, Torneado y Acabado de Aluminio y la Producción y Manejo de Productos de Aluminio. Esto nos permitirá recurrir a una fuente única de información para encontrar todos los aspectos de la prevención de riesgos, incluyendo aspectos de la seguridad contra incendios para todos los metales y polvos metálicos combustibles.
Si la evaluación de una operación con metales revela la presencia de un riesgo de incendio importante, debe efectuarse un análisis completo de la seguridad contra incendios de todo el establecimiento.
Ofic. Ing. Eduardo Javier Granda
Soc. Cuerpo Bomberos Voluntarios Pilar (B)
Especialista Certificado CEPI (NFPA)