José Ignacio.- Joaquín Ruibal cuenta la historia del destacamento de bomberos voluntarios de José Ignacio en primera persona. “Hace tres años se me prendió fuego mi restaurante, La Excusa. No quedó nada. También se incendió la oficina vecina, donde funcionaba la inmobiliaria familiar. Seis meses después se incendió Ferona, un bar de La Juanita que está justo en la esquina de mi casa. Y ya no aguanté más: así, muy enojado, se me dio por salir a comprar un camión de bomberos. Quise armar mi propio cuartel en el pueblo”. Aquel impulso se materializó, poco después, tras mucho esfuerzo, en una brigada de bomberos voluntarios. Una de las pioneras en Uruguay.
–Hasta entonces, ¿dónde estaban los bomberos más cercanos?
–Dependíamos del destacamento de San Carlos, a 40 minutos en auto. Cuando se quemó La Excusa, lo único que había en José Ignacio era una camioneta chiquita que estaba “por la temporada”. Ni agua tenía. Cuando se prende fuego tu lugar y los bomberos llegan 40 minutos después, cuando ya no hay nada que hacer, te da una impotencia… Llegar rápido hace la diferencia. Yo estuve ahí, sin poder hacer más que mirar cómo todo mi trabajo de años se iba consumiendo. Vi pasar toda mi historia delante, todo lo que hice en el lugar. Los primeros en llegar fueron los policías, que cercaron el lugar y no dejaban pasar a nadie. Y yo sentía que había mil cosas por sacar: computadoras, papeles… ¡el fuego aún estaba lejísimo!
–¿Cómo encausaste aquél primer impulso?
–Me fui a Salto y me compré un camión inglés del año 1956, que se maneja del lado derecho. Todavía está en funcionamiento. Por entonces mi mujer estaba embarazada, pero me apoyó en todo.
–¿Tenías alguna formación como bombero?
–Ninguna. Pero tenía un impulso incontenible. No te puedo decir que era “el sueño del pibe”, pero tengo una foto de cuando era chico vestido como bombero. Con el camión y la idea de formar un cuerpo de brigadistas, empecé a invitar amigos, a formar un equipo consolidado en el que pudiera confiar. Todos en José Ignacio habíamos experimentado algún incendio. Así empezamos a ver qué se podía hacer. Pero una de las mayores sorpresas fue enterarme algo que nunca había pensado: en Uruguay no había bomberos voluntarios.
–¿Cómo se manejan los bomberos en Uruguay?
–En Argentina, los bomberos voluntarios existen hace mil años, pero acá son estatales. Cuando arranqué con esto, dije “Quiero ser bombero, quiero cuidar mi barrio”. Así que me acerqué a la Dirección Nacional de Bomberos y presenté mi proyecto. Actualmente no hay una ley que nos ampare, estamos “en revisión”, pero estamos haciendo historia.
–¿Cómo recibieron tu idea de convertirte en bombero voluntario?
–Al principio les resultó extraño a los bomberos, pero por suerte nos han ayudado y abrazado muy bien. Lo nuestro es como el rugby amateur, donde cada jugador tiene su profesión, entrena cuando tiene tiempo, y se prueba con equipos que dedican todo su día a eso.
–¿Quiénes forman hoy la brigada de Bomberos Voluntarios de José Ignacio?
–Somos siete vecinos. Hay agentes inmobiliarios, está Martín Cuinat que es el creador del Festival de Cine de José Ignacio, hay un muchacho que tiene una posada y una chica que trabaja como encargada de un restaurante… y pronto van a entrar diez más. Todos nos formarnos en la Dirección Nacional de Bomberos. Cada integrante es diferente y se especializó en técnicas distintas. Mi mujer ahora se está capacitando para sumarse, porque necesitamos más personas.
–¿Cómo es ser bombero voluntario en José Ignacio?
–Siempre creí que lo de rescatar gatos era una fantasía de las películas, pero hace una semana nos llamaron para rescatar un gato a 12 metros de altura. Tuve que meter una tanza, subir un canasto, darle comida… Así estuvimos dos días. Pero también nos tocan fuegos en casas, incendios forestales (estamos en época de sequía) y rescates en altura. Porque las personas piensan en bomberos e imaginan incendios, pero también toca ocuparse de los accidentes de autos, algo que acá pasa seguido, donde hay víctimas, muchas veces niños. Tenés que poder cortar el auto para liberarlos, para poder entregárselos a la ambulancia o a la policía. Respondemos a los llamados del 911 y el destacamento de San Carlos nos pide colaboración.
–¿Cuál es la rutina del equipo?
–Nosotros le pedimos responsabilidad a nuestro equipo, porque, aunque no esté pago, éste es un trabajo. No sos voluntario cuando querés; si hay un accidente, tenemos que ir. Y, para que sea viable vivir, nos repartimos en guadias de 48 horas. Suena la alarma y salimos todos juntos con el camión, desde mi terreno. Muchos llevamos el traje y el equipo en el auto en todo momento. Martín y yo estamos siempre conectados, por eso necesitamos más bomberos voluntarios, para que esto funcione sin necesitarnos todo el tiempo.
–¿Encontraste dificultades?
–Para poder trabajar, nos convertimos en un grupo con personalidad jurídica, en una “Brigada de prevención y rescate”. Porque no podemos poner ‘bomberos’ en nuestro nombre jurídico… Nos tocó enfrentar mucha burocracia. Cuando quise comprar otro camión para José Ignacio, me enteré que Uruguay no deja importar camiones usados. No es legal y había mil trabas en el Ministerio de Industria.
–¿Cómo se financian?
–El primer camión lo compré yo. También pago la patente, el seguro, el combustible. En febrero nos pusimos como meta comprar uno nuevo, acorde a estos tiempos, y para eso organizamos un festival de música en José Ignacio, todo a beneficio, algo que vamos a repetir este verano.
–Finalmente, ¿pudieron comprar el camión nuevo?
–Sí. Viajé a Varsovia e invité a Javier Duré, jefe de flota de bomberos de acá. Recorrimos Europa, visitamos vendedores hasta que encontramos un camión increíble: alemán, de 2001, en buen estado y con capacidad para llevar a seis bomberos. Es el que tenemos hoy. Todo gracias a la personalidad jurídica y pedir una excepción a la regla de no importar camiones usados. Compramos el camión y, para poder importarlo, se lo entregamos a la Intendencia de Maldonado que nos lo da en comodato.
“Acá nos conocemos todos”
Joaquín Ruibal nació en Argentina. “Pero vivo en Uruguay desde los tres años, iba a la escuelita rural”, cuenta. Dice que, fuera de temporada, José Ignacio tiene un perfil distinto: “Esta es una comunidad que las personas asocian a ‘gente con plata’, pero hay gente de laburo. Es una comunidad muy activa, participativa y generosa también, porque reacciona ante cualquier tragedia”.
–Al responder un llamado, sabés que seguramente conozcas a la víctima.
–Siempre los conozco. Sus casas, sus familias… Pero en el momento que estás en “modo siniestro”, no pensás de quién es el lugar: evaluás la situación y trabajás para rescatar a las personas. Y si la casa está perdida, para ayudar a que no se propague. Hacer estas cosas te cambia la vida
Joaquín hace un breve repaso de su experiencia como bombero voluntario. “En los últimos dos años tuvimos más de 35 incendios, algunos chicos y otros grandes”, detalla. Acto seguido, refiere al día en que se prendió fuego el parador La Susana, en febrero último, durante el fin de semana de Carnaval. Las llamas, que se podían ver a 20 kilómetros de distancia, fueron rápidamente controladas. Los medios locales destacaron al personal de bomberos voluntarios “que llegó pocos minutos después de que comenzara el incendio”.
“Fue tremendo, pero lo apagamos. Agarré la motobomba y la metí en la pileta del lugar para chupar el agua. Después llegó el destacamento de San Carlos y atacó el fuego desde el techo”, recuerda Joaquín.
–¿Pensaste que lo que pasó en La Susana podría haber sido en tu restaurante, La Excusa?
–Revivo lo que pasó en La Excusa todo el tiempo. Llevaba seis años de mi vida invertidos ahí, había 22 personas trabajando y que vivían de eso. Cuando se vino abajo, todo fue bronca y angustia. Pero esa bronca la canalicé en algo que nos beneficia a todos. Porque creo que cuando hay un problema, en lugar de ponerte a reclamar, es mejor aportar soluciones.
-¿Cómo cambió tu vida desde que sos bombero?
-Lo siento como una revancha. Nuestra generación se queda en el reclamo y se olvida de la fuerza que tenés como persona física. Al ser bombero, está todo relacionado con una tragedia, pero cuando salvás una casa, un bosque, vidas, volvés a tu casa con el pecho inflado. Estás feliz. Descubrí que esta es mi pasión y que me encanta. Hoy, si me preguntan qué soy, respondo “soy bombero voluntario”.
Fuente y foto: www.lanacion.com.ar