CABA.- Claudia Baremboim era una arquitecta consagrada. Su papá era policía pero no quería que alguna de sus hijas siguiera sus pasos. Ella estaba recién separada. Su primer hijo ya tenía dos años. No esperaba que una publicidad que la sorprendiera en la televisión le modificara la vida de plano. “Ser bombero no era mi sueño. Me parecía interesante y un desafío aprender cosas nuevas y desde mi conocimiento poder aportar”, explicó. Decidió incorporarse al cuerpo de bomberos. La convocatoria era para profesionales en el área técnica, pero con el tiempo y al aumentar las jerarquías, se agregaron otras responsabilidades. “Como ingresaron muchas mujeres, la idea era que hubiera una jefa mujer en una estación”, contó. Pasaron 25 años, tuvo otro hijo, las estaciones se prepararon para recibir mujeres, inauguraron baños y habitaciones para ellas. Hoy es Comandante Directora del Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de Buenos Aires, tiene bajo su control la Zona 1, que aglomera cuatro estaciones de bomberos y dos destacamentos. Ya no se siente arquitecta.
Fue una de las primeras mujeres en ser jefa de una estación de bomberos en el territorio porteño. Su dotación en la estación de Villa Lugano se nutría de 87 profesionales, quince de ellos mujeres. Ella trabaja doce horas por día, pero los bomberos tienen un régimen de 24 por 48 con un sueldo inicial de 440 mil pesos que después va aumentando con la antigüedad y los adicionales. Dice que a pesar de tener una trayectoria de 25 años, aún sigue formándose todos los días.
Hizo el mismo camino que todo aquel que decide incorporarse a los bomberos de la Ciudad de Buenos Aires: dos años en el Instituto de Seguridad Pública y un año más para recibirse de técnico en protección contra incendios. “Lo que más me gusta de este trabajo es que todos los días tengo un desafío distinto, es algo dinámico, no siempre te encontrás con lo mismo. Eso te hace crecer: estudiar, capacitarte, actualización constante con nuevos materiales, el entrenamiento físico”, remarca Claudia. Salvar la vida de una persona, de un perro, de un gato, los bienes personales de las víctimas es lo que reconoce, sin dudar, como lo más gratificante.
Así como le resulta fácil identificar los beneficios de su tarea, no logra distinguir las contras. Dice que lo malo es encontrarse con una situación difícil en una intervención, con una infraestructura adversa, pero que eso no le impide tener que reaccionar. “No hay mucho para pensar, tenés que actuar”, dice. Admite, sin embargo, que le resulta difícil alejarse de sus hijos cuando arranca su jornada laboral extensa. Pero sabe, asimismo, que su familia lo asimila porque es la profesión que eligió.
Recuerda con felicidad la cara de la gente cuando hace un salvamento y la gratitud de la comunidad en general. “Es un trabajo que está muy bien reconocido por la gente. Para la sociedad somos héroes. Te das cuenta cuando pasan por la puerta de la estación. Lo vivimos todo el día. Se quedan mirando, los chicos quieren subir a la unidad, nos saludan todo el tiempo”, rescata y expresa que el agradecimiento del pueblo le genera mucho bienestar.
Dice que las negligencias y las fallas eléctricas son las dos principales causas de los incendios, y que está cronometrado el tiempo que deberían demorar para llegar a una intervención. “Un bombero tarda un minuto en prepararse para salir. Desde que suena la alarma hasta que llegamos al lugar, se puede tardar entre dos o tres minutos, depende de la distancia. Cada jurisdicción abarca un radio determinado y eso está contabilizado”, retrató.
Las sensaciones que embargan a un bombero antes de actuar son varias. Lo explica Claudia Baremboim: “Miedo no, respeto sí. El miedo paraliza. El respeto es hacia el fuego y hacia el peligro, al entrar a una intervención. Al tener tanta capacitación, vas con una seguridad predeterminada al incendio. También sentís incertidumbre y valentía. Todos los bomberos tienen que ser valientes, porque cuando todos quieren salir, vos tenés que entrar”.
“Soy bombero y estoy orgullosa de serlo -acredita-. Lo recomiendo: que todos aquellos que tengan sueños de ser bomberos, lo intenten. Es una profesión que te da mucha satisfacción personal y el reconocimiento de la propia familia”. Sus hijos, el mayor de 27 y la menor de veinte, vivieron casi toda su vida con una mamá bombero. “‘Contame, ¿cómo fue hoy?’, me dicen y se sienten orgullosos”, relata.
Fuente y foto: infobae.com