Buenos Aires.- Una madrugada, hace dos años, los padres de Santiago Sequeira se preocuparon al ver que su hijo no estaba en su cama. Si bien Daireaux es una ciudad tranquila, se asustaron y empezaron a llamar desesperadamente a sus amigos. No tardaron en descubrir qué había pasado: el joven de 26 años había salido de su casa sigilosamente para colaborar con sus compañeros del Cuartel de Bomberos Voluntarios en un incendio forestal que había comenzado mientras la ciudad dormía.
Al cuerpo activo de bomberos voluntarios no le sorprendió verlo aparecer en bicicleta a las cuatro de la mañana. “Es muy responsable y siempre está atento y predispuesto a ayudar”, dice Luis Garnica, bombero y compañero de Santiago. Estar disponible para los demás es algo que hace con frecuencia desde que ingresó en 2015 al cuerpo activo de Bomberos Voluntarios de Daireaux y se convirtió en la primera persona con discapacidad en sumarse al cuartel.
Esté de guardia en el cuartel o descansando en su casa, Santiago siempre está preparado para actuar ante una emergencia. “Cuando suena la alarma, me visto y salimos. Una vez que llegamos, vemos el panorama y encaramos el incendio”, explica Santiago en diálogo con LA NACIÓN.
Santiago tiene síndrome de Down y lleva más de ocho años desempeñándose como bombero en el cuartel de su ciudad, ubicada a más de 400 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Además, por las mañanas, trabaja en el Hospital Municipal como camillero.
Para la mayoría de los bomberos de Daireaux, la incorporación de Santiago significó su primera experiencia en cuanto a trabajar junto a una persona con discapacidad. “Me gusta estar en el hospital y ser bombero. El síndrome de Down nunca me impidió hacer nada y en el cuartel siempre me hicieron sentir uno más“, dice.
“En un rato me voy para el cuartel”, le cuenta Santiago a LA NACIÓN. Si no tiene que atender ninguna emergencia, su rutina de trabajo, como la de muchos de sus compañeros, consiste en barrer el cuartel, mantener limpias las autobombas, recibir capacitaciones o guiar a los visitantes, entre otras. Asegura que lo que más le gusta de su profesión es “ayudar al otro”.
Cuando tenía 16 años, Santiago supo que quería convertirse en bombero. Uno de sus compañeros del colegio estudiaba para ser cadete y a él la idea lo entusiasmó muchísimo. Daniela, su mamá, dudó: temía que no lo aceptaran por su discapacidad. “Me insistió tanto con el tema que al final terminé cediendo. Como era menor de edad, solo podía empezar a estudiar para ser cadete. Así comenzó a ir a la academia los sábados hasta que se recibió y se volvió bombero voluntario a los 18 años”, agrega Daniela.
Un día típico suyo arranca a las siete de la mañana. Desayuna, se baña y va en bicicleta al Hospital Municipal, donde trabaja como camillero. Después vuelve a su casa, va al gimnasio, camina y se prepara para ir al cuartel de bomberos. Su inclusión en el cuartel le abrió posibilidades a otras personas con discapacidad: durante un tiempo, trabajó Luciana, que tiene una discapacidad motriz, haciendo tareas administrativas.
“Santi es una persona como cualquier otra dentro del cuartel”, afirma Luis Garnica, bombero voluntario y compañero. “Hay gente que se sorprende cuando lo ve, pero Santi trabaja a la par nuestra y es muy responsable”.
Para la mayoría de los bomberos de Daireaux, el trato con una persona con discapacidad fue algo nuevo: “Fue una relación que fuimos construyendo en estos ocho años y por suerte se fue dando. Santi es muy buen compañero y suma mucho al equipo”, asegura Luis y continúa: “Hay personas de otros cuarteles que se asombran al verlo responder tan bien a las indicaciones”. En ese sentido, Luis reconoce que con la inclusión de Santiago están contribuyendo a desarmar prejuicios que pueden existir en otros cuarteles.
Fuente y foto: www.lanacion.com.ar