LIMA. — Edilberto Cosinga observó al incendio cobrar fuerza desde uno de los extremos de su pueblo: desde ahí, inmóvil y aterrorizado, vio al viento de la madrugada empujar las lenguas de fuego hacia las más de 300 casas de tres mil shipibos, el único grupo amazónico asentado como comunidad en la capital de Perú.
La comunidad Cantagallo está a diez cuadras del palacio presidencial y el parlamento. Sólo se separan por las aguas del río Rimac, que divide la capital en dos.
La zona comenzó a poblarse en el año 2000. Sus habitantes llegaron desde Ucayali, una región amazónica pobre en la frontera con Brasil.
Según Augusto Valles, dirigente de los shipibos, muchos indígenas migraron a Lima para educarse y trabajar, aunque otros sólo lo hicieron para alejarse de la violencia desatada por Sendero Luminoso, organización terrorista peruana que opera en la selva.
De acuerdo a datos oficiales del Ministerio de Cultura, la etnia shipiba tiene alrededor de 33,000 habitantes en toda la Amazonía, y es conocida por su capacidad de organizar conglomerados de poblaciones en zonas urbanas del país.
El incendio inició cerca de la una de la mañana y los bomberos pasaron casi seis horas tratando de controlarlo. Fracasaron por dos motivos: la falta de agua y la estrechez de las calles de la zona, que dificulta el acceso.
Los bomberos no lucharon solos. Durante esas mismas seis horas, Consinga y otros habitantes cargaban agua en un baldes para tratar de apagar el fuego. «Mi maquinaria, mi mercadería, mis motores, mis cabezales, mi pequeña microempresa ahora está hecha cenizas. Todo lo perdí», dijo a The Associated Press.
Hay pilas de metal, madera y ladrillos quebrados donde ayer había casas de madera, así como pequeños talleres de costura y maletas. El fuego también destruyó la única escuela intercultural de Lima, donde las maestras enseñaban la lengua de la etnia, que se habla en la zona.
Cantagallo se alzaba sobre una colina gris sin plantas, donde se habla shipibo y las mujeres aún tienen a sus hijos con ayuda de parteras.
Antes del incendio, algunas casas de maderas estaban pintadas de colores. En sus paredes había motivos indígenas, así como dibujos de monos, tigres y pájaros.
También había pobreza: los shipibo vivían a sólo diez cuadras del centro del poder político de Perú pero no contaban con agua potable, ni desagüe.
A pesar de eso, Cantagallo era un centro cultural. La comunidad mantenía viva la tradición del Amazonas con sus talleres de costura, artesanía y pintura.
Sin embargo, el fuego lo devoró todo.
Demer Ramírez tiene tres hijos y se dedicaba a la música amazónica. El incendio deshizo sus instrumentos. «Mi batería, teclado, bajo electrónico, timbales, dos bongós y mis parlantes. Todo está en cenizas», dijo a la AP.
El jefe policial de Lima, el general Hugo Begazo, dijo a la AP que hasta el momento no se reportan muertos, pero el ministerio de salud indicó que un niño indígena sufrió quemaduras graves en el 55% del cuerpo y fue llevado a un hospital para menores. Otras 46 personas fueron atendidas en medio de las casas quemadas por inhalación excesiva de humo.
El incendio se propagó con rapidez. Según testigos consultados por la AP, en los talleres de maletas, ropa y zapatos de los indígenas había químicos inflamables.
Asimismo, al siniestro contribuyó la explosión de balones de gas para uso doméstico que existían en las humildes casas y el viento que corre cerca del río Rímac.
Un proyecto que iba a permitir la reubicación de los indígenas en otro distrito de la capital, en mejores condiciones, fue anulado por el actual alcalde de Lima, Luis Castañeda tras su llegada al poder en 2015. Después se informó que Castañeda usó el dinero público para construir una vialidad de cemento en una zona rica de la ciudad.
fuente: ww.elnuevodia.com