“¡Sánchez, a la máquina!”, escuchó de pronto, y los nervios la invadieron por completo. Era la voz del jefe de la compañía de bomberos San Martín de Porres 65que le ordenaba subir a una autobomba Grumman.
Ella jamás imaginó que le tocaría conducir aquel enorme y viejo vehículo rojo de unas 15 toneladas. Tampoco pensó que ese día haría historia.
Era el 1 de enero de 2004, cerca de las nueve de la mañana, pero no había tiempo para celebrar. Mientras la ciudad amanecía resaqueada de algarabía, la capitana Juana Sánchez esperaba intranquila el llamado inevitable. Sabía que alguna emergencia se presentaría.
“¡No, mi brigadier, mejor manejo la unidad médica!”, replicó la hoy capitana, pues la imponente autobomba la intimidaba, pero obtuvo una respuesta aún más enérgica.
“¡A la máquina, Sánchez, de una vez!”, contestó el jefe. Y entonces no tuvo opción.
Se había iniciado un incendio en el cruce de la avenida Abancay con el jirón Puno, en el centro de la ciudad. Varios locales de imprenta se incendiaban y la situación era de gravedad.
La “seccionaria” (algo así como soldado raso para los bomberos) Juana Sánchez -botas negras, pantalón y polo rojos, tirantes amarillos- subió a la autobomba, tomó con firmeza el volante y condujo durante varios minutos hasta llegar al lugar del incidente.
En ese momento no reparó en que se acababa de convertir en la primera bombera peruana en maniobrar un vehículo de esa categoría y tonelaje.
Gracias a su buen desempeño, sus colegas lograron controlar el incendio en el centro de la ciudad, pero el destino le tenía otra prueba preparada.
Cuando regresaba a su base en San Martín de Porres, les reportaron que otro incidente se producía en el jirón Madera, en el Rímac.
“Llegamos al lugar y el ingreso era por un callejón angosto. ¡No sabía qué hacer! Manejar tremenda máquina en un sitio tan estrecho era un reto”, expresa.
Fue allí que conoció al comandante Anselmo Talledo, quien le enseñó a maniobrar el vehículo en espacios reducidos.
“Ven ahijada, me dijo, y me dio las instrucciones. Así fue como gané esa destreza. Hasta ahora le digo padrino (risas)”.
A la fecha, Juana es la única bombera autorizada en el país para manejar una autobomba Spartan, la sucesora de la vieja Grumman, que también pesa unas 15 toneladas.
Ella ingresó al Cuerpo General de Bomberos hace 13 años, cuanto tenía 40 años.
“El deseo de servir lo tuve desde jovencita, pero me casé, tuve dos hijas y fue imposible seguir ese sueño”, confiesa.
Sonriente, como recordando algo que le genera mucha satisfacción, agrega. “Pero cuando ellas crecieron, decidí retomar mi sueño. Me inscribí en la compañía y durante todo este tiempo me he mantenido activa”, relata.
Ella no se considera una heroína y tampoco cree que su función implique alguna hazaña. Por eso es que, manifiesta, desea ver a más mujeres en puestos importantes en la institución que tantas alegrías, preocupaciones y enseñanzas le ha brindado.
A pesar de los años, en las calles todavía hay personas que se sorprenden al verla dirigir la enorme máquina.
Combatir un prejuicio, asegura, puede ser tan difícil como apagar un gran incendio.
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