NEUQUÉN.- Mediodía del sábado 7 de agosto. Un incendio arrasa una casa precaria ubicada en la toma Costanera en Junín de los Andes. Los daños son totales. De la humilde casa solo quedan escombros y cenizas. Al lugar acuden cuatro dotaciones de bomberos que durante dos horas trabajaron para extinguir las llamas. Cerca de donde realizan su trabajo los bomberos, un joven agachado con la cabeza oculta por sus dos brazos, llora desconsoladamente de impotencia y de bronca. Vivía en ese lugar donde, ahora, no quedó nada. Junto a él, se ve a una bombera, en una clara actitud de contención.
La imagen tomada por un medio radial de la localidad de Junín de los Andes circuló en las redes el mismo día del siniestro y de inmediato se sumaron los comentarios por lo que mostraba la imagen, el accionar de contención de María José Mansilla, más conocida como Majo, quien integrante el grupo de bomberos voluntarios del cuartel de Junín de los Andes. “Te conozco poco Majo, pero te doy un abrazo gigante, es lo mejor dar el corazón”, escribió una usuaria. “Eso es verdadera vocación de servicio”, agregó otra mujer.
“El muchacho vivía en el lugar, estaba muy estresado por la situación del incendio de la vivienda”, explica Majo a LM Neuquén. Cuenta que se le hicieron los primeros auxilios y luego atender la parte emocional hasta la llegada del personal de salud. El joven presentaba algunas quemaduras.
Esta mujer de 38 años, que dejó a sus dos hijos de 6 y 11 años en la casa para acudir al siniestro, no sólo combatió las llamas sino también se preocupó por contener y consolar al joven en un momento tan dramático.
Para ello utilizó los conocimientos aprendidos en la capacitación que viene realizando desde hace dos años en la red PAE (Primeros Auxilios Emocionales), creada y coordinada por Alicia Galfasó, especialista en Psicotraumatología y Psicología de la Emergencia, con el objetivo de dar una respuesta inmediata en emergencias y desastres.
Majo conoció la red cuando personal de ésta comenzó a capacitar a los bomberos de los cuarteles de la regional sur. “Me integré porque me atrapó muchísimo la posibilidad de conocer las herramientas para aplicarlas en casos extremos con nuestro compañeros y en las víctimas de siniestros”, describe. Agrega que “en intervenciones con muertos es importante no quedar con esa carga emocional porque después la podemos volcar en nuestros hogares y eso es lo que no tenemos que hacer”. También sus compañeros necesitan la contención que pueda brindarles Majo porque no sólo las víctimas directas y sus familiares son las que sufren el siniestro, sino también los bomberos, policías y médicos. “Nosotros también necesitamos ayuda y contención”.
Con el joven, Majo volcó todos sus conocimientos: “En primer lugar, se hizo una revisión general de la parte física, tenía quemaduras y había inhalado mucho humo. Después comencé a hablarle para que se tranquilizara con una técnica de respiración para bajar el estrés. El muchacho no quería hablar, igualmente lo contuve”. Entre lo poco que pudo escucharle, Majo supo que la casa incendiada era de su hermana y que el joven estaba viviendo allí. “En esa toma no tienen gas, se manejan con leña y garrafa; estimamos que han querido prender algo con combustible para calefaccionarse”, señala.
Las capacitaciones que realiza Majo para perfeccionarse en la ayuda en emergencias las paga de su propio bolsillo. “Es ayudar más allá del fuego”, dice.
Majo ha tenido varias intervenciones, algunas más graves que otras. Recuerda el choque entre dos autos que dejó ocho heridos graves ocurrido sobre la Ruta 40, en cercanías al aeropuerto de San Martín de los Andes, mientras se producía la desconcentración de la gente que había presenciado la llegada del plantel de River Plate a esa localidad en enero del año pasado.
En 2016 ingresó a la academia de aspirantes y al año siguiente se sumó al plantel de bomberos. “Puedo asegurar que mi hijo Bautista, de 6 años, nació dentro del cuartel. Son los que más se aguantan las ausencias”, dice quien también fue guía de turismo en el Parque Escultórico Vía Christi de la localidad.
“Yo jamás pensé que iba a seguir la carrera de mi padre que fue uno de los fundadores del cuartel”, dice entre risas Majo Mansilla al referirse a su padre, Hernán José, quien el 30 de septiembre de 1972 integró el grupo de fundadores de la Asociación de Bomberos Voluntarios de Junín de los Andes.
“Los recuerdos que tengo de chica es que estábamos todos en familia, en los cumpleaños o en las navidades y faltaba uno, que era mi papá porque estaba combatiendo un incendio”, cuenta sobre su padre que actualmente tiene 84 años. Con el tiempo Majo se fue contagiando de la adrenalina con la que salían los bomberos a las emergencia.
Trabajó en Defensa Civil cuando estaba a cargo de la radioperación de la guardia del cuartel. “En este tiempo me fui enamorando del ruido de la sirena”, afirma la mujer.
-> “Estamos mal vistos como héroes”
El equipo de la red PAE (Primeros Auxilios Emocionales) trabaja tanto con las víctimas directas del siniestro y sus familiares como con bomberos, policías y médicos. “Ellos también necesitan ayuda porque venimos del paradigma del superhéroe y necesitamos promover el autocuidado, cuidarnos para cuidar a los demás”, escuchó Majo en alguna de las capacitaciones en las que asiste.
“A mí me da satisfacción cada vez que voy a una intervención y poder aplicar todo lo que aprendo y también ayudar al otro que es lo más importante”, explica Majo.
Al igual que sus capacitadores, la bombera del cuartel de Junín de los Andes destaca que “no somos héroes, estamos mal vistos como héroes”. “Es lamentable que nos vean así, con el paso del tiempo se fue haciendo conocido que el bombero es héroe. No lo somos, somos profesionales que hacemos lo que sabemos hacer”, explica.
“Yo me sigo enamorando de ser bombera en cada intervención y de haber elegido serlo”, concluye.
Fuente: www.lmneuquen.com