(Goya. Corrientes) – Aunque parece que ha vivido muchas vidas, Marina Merello cumple este mes 35 años. Habla con mucha velocidad, apurada porque no se le escape ninguna cosa de las que piensa y que no le quede nada sin ser dicho.
Y cuenta cómo lo que para otras personas podría haber conducido a vivir una vida cargada de pesares, se transformó en una energía vital, de gratitud y de compromiso social. Ahora, aunque le parece algo que sucedió hace demasiado tiempo, recuerda que durante su juventud y adolescencia hubo accidentes que casi le costaron la vida varias veces.
Sin embargo, lejos de amedrentarla, las dificultades por las que atravesó la signaron para siempre con una intensa vocación de servicio. El cuartel de bomberos se convirtió así en el espacio en el cual confluyen su pasión por devolverle a la vida la posibilidad de vivirla con intensidad. Actualmente trabaja en la Dirección de la Mujer en la ciudad de Goya.
Antes fue alfabetizadora de adultos. Y antes que eso, dictó clases de apoyo escolar en centros comunitarios para chicos de condición humilde. “La tarea social siempre me gustó mucho. Creo que hay que haber pasado por ciertas vivencias y compartir códigos de quien tuvo carencias para poder realmente ponerte en el lugar de la persona a la que visitas y poder ayudarlas”, opina Marina en una entrevista con época.
“Nunca tuve una afiliación política, por eso encontré en el cuartel de bomberos un espacio para desarrollar esa vocación de voluntariado social”, explica. Desde hacen dos años es bombero voluntario, siendo una de las primeras mujeres en incorporarse al cuerpo. Luego de ella, otras siete mujeres se sumaron también a la organización, que se financia con aportes de la sociedad goyana.
“Tuve muchos accidentes siendo muy joven”, recuerda. Pero de todos, el primero fue el que la marcó para siempre. Al ser la mayor de cinco hermanos, se preparaba para llevarlos a la escuela. Ella estaba con gripe y uno de los más chicos quiso prepararle un té.
Por un accidente doméstico, se volcó un frasco de alcohol cerca de la hornalla de la cocina, y sucedió el desastre. “Recuerdo que puse un colchón afuera y los saqué a todos mis hermanitos de la casa. Pero, por la idea de que las garrafas explotan, tuve la infeliz idea de abrir el gas, pensado que así evitaría una explosión, y lo que sucedió fue un incendio que casi nos cuesta la vida”, recuerda.
Luego a eso le siguieron un accidente en moto con fracturas expuestas, y algún tiempo después una electrocución que la dejó internada en terapia intensiva varios días. Fue mamá a los 20 años, y por una mala práctica médica, perdió la posibilidad de poder volver a gestar, a la vez que descartó la posibilidad de trasladarse a estudiar su vocación: la licenciatura en criminalística. “En cada uno de mis accidentes estuvieron los bomberos.
En especial uno llamado Julio Bejarano, quien actualmente es mi segundo jefe en el cuerpo”, relata Marina. “En cada ocasión tomó de mi mano al asistirme e intentó transmitirme seguridad y tranquilidad. Por ese motivo, cuando se abrió la posibilidad de incorporar mujeres a los bomberos, decidí entrar”, asegura.
Según ella, ser bombero no es difícil, aunque el tema de género está siempre presente. “Culturalmente se piensa que el bombero tiene que ser hombre, por la demanda física que requiere. Pero lo cierto es que cualquiera puede ser bombero. Hay muchas tareas para hacer, desde lo administrativo a operar la radio.
Pero también las mujeres pueden entrenarse y estar a la altura de los hombres cuando se requiere esfuerzo físico”, asegura. Desde que se incorporó, otras siete mujeres siguieron sus pasos y se sumaron al cuartel de Goya. “Con el tiempo los hombres fueron tratándonos con igualdad”, afirma Marina. Respecto de la sociedad, destaca que la gente tiene “mucho reconocimiento a la tarea que hacemos.
Nunca falta quien acerca un pan dulce al cuartel, o se queda a compartir un asado. Se nota también en la adhesión al bingo que se organiza para recaudar fondos”, explica. Participó durante estos años en varios operativos de incendio y rescate, y en una ocasión le salvó también la vida a un compañero, que casi queda atrapado en un túnel cubierto de agua.
“Hasta hoy nos reprenden por el riesgo que tomamos, pero nunca se abandona a un compañero”, destaca. Así, combina su trabajo en el Municipio, con la ocupación en el cuartel, y su rol de madre de un adolescente de 14 años, Leonardo, quien ya concurre también a la asociación como aspirante a integrar el cuerpo cuando cumpla mayoría de edad.
“Al principio se me hizo difícil combinar las responsabilidades. Pero hoy con mi hijo compartimos esa pasión. No puedo tener más hijos, y él es todo para mí. Pero al margen del riesgo que puede correr, creo que la formación le aporta mucho. Los valores que se transmiten son de compañerismo, de disciplina, de respeto a los mayores, a la sociedad y así mismo.
En eso aprendes cómo es la vida en realidad”, afirma Marina. En su momento, la carrera de criminalística quedó fuera de sus posibilidades. Sin embargo estudió para maestra jardinera (por una promesa a una de sus hermanas), aunque nunca ejerció. También se preparó como operadora territorial, en prevención de adicciones, y como profesora de educación física. Llegó a sumar 18 títulos.
“En marzo se abre la carrera de ayudante de forense y me voy a anotar. Es lo que siempre quise hacer”, asegura, convencida por experiencia propia que cuando uno menos lo espera, la vida abre segundas oportunidades. Su pasión, su deseo de perseguir sus sueños, y su predisposición a ayudar al prójimo, se apoyan también en la unión que tiene con su familia, en especial con sus hermanos. “Cuando les pasa algo siempre me llaman a mí.
Ellos no siempre se dan cuenta que son quienes me dan fuerza, me enseñaron mucho para que cada vez yo pudiera salir adelante”, asegura. Aunque no se considera un ejemplo, muestra como quien se brinda con intensidad, puede sostener siendo mujer todos los planos de una vida plena: madre, hermana, esposa, trabajadora y bombera voluntaria.
Fuente y foto: www.diarioepoca.com