Cali.- El desespero de habitantes de Charco Azul, un asentamiento en un extremo del Distrito de Aguablanca, por salvar sus enseres que eran consumidos por las llamas, puso en riesgo no solo la operación de los bomberos que llegaron a atender la emergencia sino la vida misma de uno de sus integrantes.
El olor a cable quemado fue lo primero que alarmó a numerosas personas de este punto del oriente de Cali, en el que las calles son estrechos pasajes donde menos de dos metros separan una casa de la del frente.
“Eso fueron apenas cinco o seis minutos en el que todo ardió. Las llamas pasaron rápido de una casa a otra. No dio tiempo a nada”, dice Claudia Segura, una de las primeras habitantes de este sector hace 30 años.
Algunos reclamaron por la supuesta tardanza en la atención de la emergencia, que se registró el lunes hacia las 4:30 de la tarde. El comandante del Cuerpo de Bomberos, capitán Rubén Darío Gamboa, expresa que no hubo llamada oportuna y la columna de humo detectada a través de una cámara fue lo que determinó enviar equipos al lugar.
Esa circunstancia unida a la angustia de las humildes familias al ver cómo se quemaban sus cosas generó acciones que afectaron el trabajo de los bomberos.
“Estaba en un techo y me concentraba en evitar que las llamas se extendieran. Algunos jalaron la manguera, querían dirigirla hacia donde les interesaba. Del tirón me desplomé desde el techo y me fui al vacío. Procuré controlar la caída para evitar un golpe en la columna con el equipo de espalda. Caí sobre una cama y eso atenuó el impacto”, dice un cabo de bomberos al que recomiendan no dar su nombre.
De los cartones y palos encendidos que le cayeron encima e incendiaron el colchón lo salvó el traje especial que lo cubría de pies a cabeza.
Los 22 años en el oficio y exigente preparación diaria permitieron que superara la situación. El grupo accedió a devolver la manguera cuando explicó que él era el experto en manejar emergencias.
Un censo del Consejo Municipal para la Gestión del Riesgo de Desastres (Cmgrd), de Cali, determinó que 15 casas resultaron incineradas. De algunas quedaron solo paredes en ladrillo y otras desaparecieron. La conflagración consumió los enseres de 46 familias.
“Los vientos de agosto hicieron que las llamas pasaran de un techo a otro y en minutos todo se quemó”, dice Stephany Mesa, quien llegó al sector hace 18 años. Quedó con lo que ella y su hijo de 7 años tenían puesto.
Fuente: http://www.eltiempo.com
foto de archivo